Editorial
Por Juan Alfonso Samaja
Damos a
ustedes la bienvenida a este espacio que inaugura nuestro Centro de Estudios.
El lanzamiento de esta revista conforma una parte sustancial de nuestro
proyecto educativo, a saber: la comunicación e intercambio de las ideas,
que tendrán como fin último el enriquecer nuestra concepción acerca
del fenómeno cinematográfico.
Sabemos
que la bibliografía especializada (técnica y teórica) es poco accesible,
sobre todo en nuestro país, y no siempre fácil de ser localizada. Por
esta razón, nuestra REVISTA pretende constituirse en un ámbito de consulta
permanente, en donde los profesionales (graduados y no graduados) puedan
acceder, por un costo mínimo, a las más recientes y valiosas actualizaciones
en la materia.
Hacia
una concepción amplia del fenómeno cinematográfico
Consideramos
que el primer paso en esta dirección es superar el mito del supuesto
enfrentamiento entre la teoría y la práctica. Para ello es necesario
ubicarnos en el núcleo mismo del problema, pues no vaya a ser que estemos
desplazando el centro del conflicto como una estrategia retórica de
nuestras propias posiciones. ¿Qué implica este acto inaugural de la
reflexión? En principio, controlar el uso que estamos haciendo de este
instrumento privilegiado de nuestra comunicación que es el lenguaje.
Es fundamental
no usar el lenguaje a la ligera, sobre todo a los efectos de querer
comunicarnos con cierta eficacia, pues el lenguaje dice cosas aunque
no nos demos cuenta. ¿Y qué le hacemos decir al lenguaje cuando afirmamos
tal conflicto entre teoría y práctica? Básicamente, que el enfrentamiento
es conceptual, es decir, la práctica no sería conceptualizable, la teoría
no sería practicable, lo que obviamente resulta absurdo. ¿Eso quiere
decir que el enfrentamiento es una mera ilusión? No, quiere decir que
el enfrentamiento es de los sujetos y no de las dimensiones de la disciplina;
para decirlo de manera tajante: el enfrentamiento no se da entre
teoría y práctica, sino entre sujetos teóricos y sujetos realizadores.
¿En qué
consiste tal enfrentamiento? Los realizadores culpan a los teóricos
de ocuparse de asuntos imprácticos que, en definitiva de nada les sirve,
porque no son conocimientos que se puedan aplicar. Por otro lado, los
teóricos critican en los realizadores la poca capacidad reflexiva de
sus propias prácticas profesionales, y por ende, el desinterés por todo
lo que no sea el campo empírico de la producción de films.
Como es
fácil advertir, estas posiciones provocan un círculo vicioso, ya que
concebir al realizador como un sujeto irreflexivo hace que el teórico
se distancie del realizador y de sus problemáticas, relacionadas a los
contextos de producción del film, mientras que la concepción que el
realizador tiene del teórico, promueve su propia negación por la reflexión
y sistematización de sus prácticas profesionales.
La consecuencia
de este enfrentamiento lamentable no tiene ganadores, ya que no es posible
comprender verdaderamente ningún objeto (ni operar con él) anulando
alguna de sus dimensiones; y así como son absolutamente necesarios varios
puntos de vista particulares para generar la profundidad espacial; del
mismo modo: para comprender con riqueza el fenómeno cinematográfico,
resulta imperioso considerar todas las dimensiones relevantes del proceso
de producción: el diseño, la realización, la recepción y la sistematización
o teorización.
No obstante,
estos enfrentamientos tienen su razón de ser, y puede ser de utilidad
conocer los motivos que han inducido a unos y otros a un irregular ostracismo,
cuando no a la absoluta oligofrenia profesional.
En principio,
a nosotros los teóricos nos toca preguntar ¿qué hemos estado haciendo
para que los realizadores (graduados o no graduados) expresen tal negación
hacia nuestros productos? Y lo cierto es que debemos admitir con franqueza
que muchas veces nuestras teorías establecen frágiles o ningún punto
de contacto con las problemáticas reales que enfrentan los realizadores.
Por supuesto, no se trata de limitar la teoría a los contextos de la
aplicación, como si ella fuese una simple herramienta, pero sí, de tener
la capacidad y el proyecto de integrar a nuestros campos de acción las
problemáticas propias de la praxis de los realizadores. Porque una teoría
que, en última instancia, no resulta funcional a los contextos de la
vida práctica, es una teoría sin vitalidad, una teoría muerta. Sin
embargo, no todo es culpa de los teóricos, y de hecho los realizadores
también tienen responsabilidad en esta disputa; ellos debieran interrogarse
acerca de las actitudes que han sostenido respecto de los teóricos,
para que estos últimos se muestren tan renuentes a establecer lazos
con ellos y sus campos de acción.
Por supuesto,
la solución a este conflicto no es, ni podría ser, única y exclusiva;
ella debe surgir como fruto del consenso de nuestras mutuas necesidades.
Por esta misma razón, no ofrecemos una respuesta, pero sí, queremos
dirigir nuestros esfuerzos hacia la consecución de ese objetivo.
¿De qué manera? En principio, privilegiando una elaboración teórica
no exclusivamente auto-referencial: para ello contamos con un sistema
de evaluación -interna y externa- que, no sólo garantizará la calidad
de los artículos recibidos, sino también la relevancia teórica y práctica
de los objetivos propuestos. Pero también, generando espacios
de discusión e intercambio entre realizadores y teóricos, para que el
espacio del reencuentro y del conocimiento de las inquietudes propias
y ajenas se acerque cada vez más a la realidad.
Con este
fin entonces, nuestras revista pretende, no sólo aportar materiales
valiosos para la formación de los profesionales vinculados con el área,
sino -y fundamentalmente- constituirse en un punto de convergencia de
las múltiples perspectivas teórico-prácticas de las que participa el
fenómeno cinematográfico. Quedan todos invitados.
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