Revista Argentina de Humanidades y Ciencias Sociales
ISSN 1669-1555
Volumen 10, nº 2 (2012)

Enfoque biográfico: aproximaciones teóricas, herramientas metodológicas y potencialidad en los estudios regionales*

por Joaquín Perren

Centro de Estudios en Historia Regional (CEHIR) de la Unidad Ejecutora en Red (UER) “Investigaciones Socio-Históricas Regionales” (ISHIR-CONICET), Universidad Nacional del Comahue, Neuquén.
joaquinperren@gmail.com

 
*El presente texto es resultado de una serie de reflexiones surgidas en el marco del seminario “Metodología y fuentes” de la Especialización en historia regional (Universidad Nacional del Comahue).
 
Resumen

El presente artículo explora el potencial del enfoque biográfico en la construcción de un saber más denso de lo regional. Con ese propósito, se brindará, en primer lugar, un panorama general de la evolución de la tradición biográfica, pasando revista de sus principales presupuestos y de algunas de las críticas a las que fue sometida. En segundo término, se proporcionará una aproximación a las teorías sustantivas que subyacen en esta forma de abordar la sociedad. En la última parte del texto, se presentarán algunas modalidades de implementación de un diseño de investigación basado en el método biográfico y se brindarán pistas sobre las formas en que puede ser presentada una historia de vida en el marco de una investigación científica.

 
Palabras clave
Enfoque biográfico, historias de vida, metodología, estudios regionales.
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Biographical method: teorical approachs, methodological tools and potentiality in regional studies
 
Abstract

The present article intends to show the potential of the biographical approach in the construction of a denser regional knowledge. Therefore, we will present, first, a general vision of the evolution of the biographical tradition, its  main principles and some of the criticisms to which it was subjected. Secondly, we will provide an approximation  to its substantive theories. Finally, in the last part of the article, some modalities of implementation of a design research based on the biographical method will be presented, as well as some clues about the ways in which a life story can be presented within the framework of scientific research.

 

Key words

Biographical approach, life histories, methodology, regional studies.
 
 

Para citar este artículo:

Perren, J. Enfoque biográfico: aproximaciones teóricas, herramientas metodológicas y potencialidad en los estudios regionales. Rev. Arg. Hum Cienc. Soc. 2012; 10(2). Disponible en internet: http://www.sai.com.ar/metodologia/rahycs/rahycs_v10_n2_05.htm
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Introducción

En las últimas décadas se ha producido una progresiva recuperación de la biografía, tanto en la literatura como en el campo de las ciencias sociales. Solo bastaría con echar una mirada en la lista de los best sellers de la Argentina para darnos cuenta de lo primero: cuatro de las diez obras más vendidas del 2011 pertenecen al género biográfico(1). En el caso de las ciencias sociales, este avance es inseparable de la revalorización de los actores sociales concretos, en clara contraposición de las tendencias cuantitativas propias del cientificismo positivista. En este marco, las experiencias individuales, antes consideradas terreno exclusivo de la excepción, comenzaron a ser pensadas como un objeto científico válido. Después de todo, el análisis de las mismas permitía recuperar los sentidos que se ocultaban detrás de la homogeneización en la que incurría el paradigma objetivista, al tiempo de posibilitar la reconstrucción de las múltiples relaciones que los individuos hilvanaban en su vida y que, en buena medida, condicionaban su trayectoria vital.

En las coordenadas de esta renovación debemos que ubicar la creciente utilización de lo que algunos autores han denominado método o enfoque biográfico. Aunque hay diferentes definiciones alrededor del mismo, existe cierto consenso en señalar que se trata del uso sistemático de documentos vitales con el propósito de “reconstruir las experiencias personales que conectan entre si ‘yos’ individuales que interactúan en familias, grupos e instituciones”(2). Dicho de un modo más sencillo, el enfoque biográfico pone en el centro de la atención las formas a partir de las cuales los individuos construyen su propio mundo y cómo entretejen su experiencia individual con una realidad histórica determinada.

Tomando como punto de partida esta definición, el presente artículo propone un recorrido de varias paradas. En primer lugar, trataremos de mostrar el potencial que entraña la aplicación, dentro de los estudios regionales, de un enfoque basado en la reconstrucción del punto de vista de los actores sociales. En segundo término, se brindará un panorama general de la evolución de lo que, a falta de un mejor nombre, llamaremos tradición biográfica, pasando revista de sus presupuestos y alguna de las críticas a las que fue sometida. En tercer lugar, nos aproximaremos a las teorías sustantivas que subyacen en su forma de abordar la sociedad. En la última parte del artículo, estudiaremos algunas modalidades de implementación de un diseño de investigación basado en el método biográfico y brindaremos al lector pistas sobre las formas en que puede ser presentada una historia de vida en el marco de una investigación científica.

Sobre la potencialidad del enfoque biográfico

Podríamos empezar este recorrido con una pregunta: ¿Por qué abordar la historia regional echando mano de una metodología que pone énfasis en las trayectorias vitales de las personas?

Responder este interrogante nos obliga a esbozar una primera afirmación de peso: el enfoque biográfico no constituye una nueva práctica empírica, sino que presupone una redefinición de la forma de pensar las ciencias sociales; esto es, una forma distinta de aproximarse al complejo mundo de lo social. Esta ruptura, entendemos, opera en tres planos que, aunque  diferenciados, tienen más de un punto de contacto.

En términos epistemológicos, el enfoque biográfico rechaza la concepción positivista de una ciencia social entendida a imagen y semejanza de las ciencias naturales. Se opone a esa mirada que tiene a los hechos sociales como meros datos a ser recolectados, a los individuos como informantes o encuestados y a las relaciones sociales como simples correlaciones de variables(3). Esta afirmación, en todo humanista, es difícilmente conciliable con la búsqueda de objetividad, por lo menos no en los rígidos términos planteados por el paradigma científico dominante durante buena parte del siglo XX. En lugar de pensar al conocimiento como algo dado, los cultores del método biográfico entienden que la evidencia es resultado de una construcción en la que lo objetivo y lo subjetivo se mezclan sin remedio, influenciándose mutuamente en una relación dialéctica.

En términos metodológicos, la ruptura planteada por el enfoque es más grande y tiene como principal blanco a la cuantificación y a la utilización abusiva de las encuestas a gran escala (las famosas Survey). Método, este ultimo, que permite aumentar el universo de casos abordado, aun a riesgo de perder en profundidad de análisis y en capacidad de descubrir matices. Al reducir el comportamiento a operaciones estadísticas, este tipo de enfoques deja de lado la compleja relación que existe entre individuo y sociedad. O, dicho de otra forma, las miradas macroasociales, sean estas estructuralistas o funcionalistas, tienden a subsumir al individuo a la sociedad. Precisamente por esta razón, resultan incapaces de captar el cambio y la acción social. Después de todo, como bien dijo alguna vez Wright Mills(4), para entender por qué las personas deciden actuar deben comprenderse cómo, en determinados  momentos, se cruzan biografía y estructura social. Una no puede entenderse sin la otra: las condiciones estructurales no son determinantes, pero tampoco el margen de acción de los actores es absoluto. La agencia, en todo caso, discurre por ese sinuoso sendero limitado por los condicionamientos y la libertad(5).

Junto a los quiebres epistemológico y metodológico podemos destacar un tercer clivaje; uno relacionado con lo político y lo ideológico. Los cultores del enfoque biográfico, entre quienes contamos a los defensores de la historia oral, se presentan a si mismo como un revulsivo dentro del mundo académico. En primer lugar, por su propuesta de abordar nuevos objetos de estudio, muchos de los cuales resultaban invisibles para las miradas panorámicas. En este punto, el método biográfico presenta más de un punto de contacto con la historia social en tanto se propone recuperar la voz de los marginados, sean estos integrantes de clases subalternas o bien grupos culturalmente minoritarios. En segundo lugar, por su afán de democratizar la práctica científica; algo que no deja de ser el efecto necesario de su matriz epistemológica: se trata de un conocimiento que se construye o, como sugiere Ferrarotti, que resulta de una interacción entre observador y observado; es decir, la evidencia no pre-existe al acto comunicativo(6). La imagen de un científico trabajando en su computadora sobre datos “dados” muta, para el caso del método biográfico, en un taller donde investigador e investigado trabajan de forma conjunta y en igualdad de condiciones.

Ahora bien, más allá de sus innegables virtudes, el enfoque biográfico plantea una duda, que lo va a acompañar durante todo el siglo XX, a la cual podríamos resumir en un interrogante: ¿Cómo trascender ese denso e impresionista mundo del individuo en pos de obtener alguna conclusión significativa sobre el funcionamiento social?

En este terreno, el enfoque biográfico trata de recorrer un camino intermedio entre el determinismo social propio del estructuralismo y el individualismo voluntarista liberal. Esta disyuntiva, que entrampó al mundo de las ciencias sociales por largo tiempo, es resuelta con solvencia por los partidarios del método biográfico. Como bien afirma Ferrarotti, cada individuo no totaliza directamente una sociedad; la totaliza a través de la mediación de su contexto inmediato(7). En esta búsqueda de las mediaciones que se interponen entre individuo y sociedad, resultó de inestimable ayuda el concepto de habitus de Bourdieu(8). Como señaló el sociólogo francés en reiteradas oportunidades, cada individuo proyecta en su praxis un bagaje, una especie de estructura de valores y significados, que no desciende mágicamente de la sociedad, sino que es fruto de un proceso de socialización. Ese puente entre el individuo y la sociedad en la mayoría de los estudios biográficos tendió a valorizar el rol de las familias. Es más, algunos autores, como Oscar Lewis, autor del polémico libro “Los hijos de Sánchez”(9), hicieron de los grupos familiares, en su caso una familia pobre de México DF, los mayores protagonistas del método biográfico.
           
Una aproximación a la historia del enfoque biográfico

Con una idea clara de los presupuestos que acompañan al enfoque biográfico en la actualidad, estamos en condiciones de sumergirnos en su historia. Claro que, por lo acotado de la presente aproximación, resulta imposible hacer un recuento completo de las aplicaciones del método biográfico a lo largo de los últimos cien años. Nos conformaremos con mostrar sus principales presupuestos y las críticas a las que fue sometido. 

Los primeros usos modernos de las historias de vida fueron hechos en los Estados Unidos y fueron una clara manifestación de minorías que parecían estar condenadas a desaparecer en aras de la “modernidad”. En la guerra de exterminio de los pueblos originarios, algunos misioneros, en clara intención proselitista, elaboraron biografías de guerreros indígenas. Poco tiempo después, al finalizar la Guerra de Secesión, sucedió lo mismo con la población afrodescendiente, sobre la cual aparecieron publicadas numerosas biografías que se sumergían en el problema de la esclavitud. Con intenciones ya más decididamente ubicadas en el mundo de las ciencias, esta veta, la de examinar diferentes minorías culturales, fue explotada por una todavía joven antropología. La más relevante de estas biografías fue una presentada en 1906 por Barrett: “Las memorias del indio Jerónimo. Autobiografía de un gran guerrero” retrataba, en tono romántico, la vida de uno de los últimos jefes indígenas que había resistido el avance de la frontera hacia el oeste(10).

Este interés pintoresquista perdió impulso en la década de 1920. Por aquellos años, el uso antropológico de esta técnica comenzó a trascender el propósito de mostrar los rasgos de culturas “extrañas” y ajenas a la “occidentalidad”. Lejos de ello, la Universidad de Chicago, una institución financiada por intereses religiosos, se propuso examinar las consecuencias no deseadas de la expansión industrial y urbana estadounidense. Sus temas, muchos de ellos impregnados de planteos éticos, iban de la llegada de un aluvión de migrantes hasta la multiplicación de las enfermedades mentales, la drogadicción, la delincuencia juvenil, la vida en los barrios y la estructura urbana(11). Lo interesante de la propuesta de Chicago, y allí radica su importancia, fue considerar esos problemas, no de forma aislada, sino como manifestaciones de un mismo proceso, uno que en términos weberianos podríamos denominar de modernización.  

En este nuevo marco, los relatos de vida sirvieron para ahondar en asuntos para los cuales las teorizaciones existentes hacían agua o que solo atinaban a ubicar en el casillero de “conductas desviadas”, de uso corriente en la época y con una enorme carga peyorativa. La principal virtud del método biográfico fue aislar, mediante el estudio de las trayectorias vitales, las reacciones de los sujetos frente a una serie de cambios que sacudieron los cimientos de la sociedad estadounidense. Al mismo tiempo, las historias de vida permitían complementar la información que los investigadores contaban por otras vías y acceder al complejo mundo de las percepciones. No es casual que, en medio de este auge, haya surgido la primera definición operativa del método biográfico, elaborada por Blumer, para quien las historias de vida eran “relatos de las experiencia individual que revela acciones de un individuo como actor humano y participante de la vida social”(12). Como queda a la vista, en esta definición, elaborada por uno de los referentes de la sociología norteamericana, se observa el deseo de establecer vínculos entre el individuo y la sociedad, lo cual fue a la postre el sello de agua del método biográfico.

Pese a este decidido avance, en los años treinta, cuando la economía norteamericana comenzó a recuperarse de la crisis, se visualizaron importantes cambios en el campo académico. El arrollador avance del funcionalismo se tradujo en una preferencia por metodologías de corte cuantitativo que se focalizaron en la búsqueda de la normalidad. Como bien señaló Saltalamacchia, “en las capillas de los científicos positivistas”, las técnicas cualitativas solo se usaron de “forma subordinada a la estadística y con objetivos muy limitados”(13). Para quienes abrazaron el paradigma cuantitativo en su variante funcionalista, el enfoque biográfico tenía tan solo dos méritos a su favor: por un lado, poseía un poder de focalización que era difícil de lograr por otros medios; por el otro, podía captar la dimensión temporal en tanto cada relato de vida no dejaba de ser un corte longitudinal de la cultura.

Aunque en apariencia se trataba de una división trabajo salomónica, de convergencia y mutua colaboración, lo cierto es que el paradigma cuantitativo gozó de un prestigio y reconocimiento que las técnicas cualitativas no tuvieron: uno estaba en el centro del campo y las otras en la periferia, agazapadas y sin mayores recursos. En este contexto, claramente de retirada, el enfoque biográfico fue confinado a contribuir en cuatro áreas específicas. En primer lugar, fue de gran ayuda en el control y refutación de ciertas teorías, buscando aquel caso anómalo que las mismas no podían explicar. En segundo lugar, las historias de vida tenían valor exploratorio por cuanto podían utilizarse en el reconocimiento del terreno que se quería investigar. En tercer término, el enfoque biográfico se encargó de captar lo subjetivo, sin cuestionar, claro está, los parámetros de objetividad reinantes. En lo práctico, esto se tradujo en un afán impresionista a partir de cual se intentaba observar cómo los macroprocesos, en esencia deterministas, impactaban en la vida cotidiana de las personas. Por ultimo, como ya anticipamos, las historias de vida resultaban útiles como ilustración de la dimensión temporal, lo cual parecía subsanar una de los principales problemas de las encuestas: si estas últimas brindaban fotografías, el enfoque biográfico podía suministrar, a reducida escala, una imagen en movimiento.

Resulta evidente que, aunque con ciertas funciones asignadas, el enfoque biográfico cumplió un rol de auxiliar de aquellas técnicas que sí tenían capacidad explicativa. Este desprecio, que atravesó a las décadas centrales del siglo XX, radicaba en la imposibilidad de escapar de dos problemas que terminaron condenándolo al ostracismo: la baja confiabilidad de sus resultados y la dificultad que tenía para imputar representatividad a sus hallazgos. Justamente, para superar ambos escollos, siempre sin abandonar los límites del paradigma cuantitativo, se desarrollaron todo tipo de “controles de confiabilidad”, que buscaban saber si el entrevistado estaba implicado afectivamente con los sucesos que relataba o si intereses creados para decir algo en particular(14). Si los relatos pasaban este primer filtro, eran sometidos a una crítica interna -en la que se examinaba su coherencia y consistencia- y a otra externa a partir de la cual se verificaba si todo lo dicho era cierto. Esto último se lograba por medio del auxilio de otras fuentes, mediante la implementación de entrevistas múltiples y, llegado el caso, con careos.

Con todo, y pese a que esta vigilancia epistémica mejoró la credibilidad de los testimonios, el enfoque biográfico nunca pudo escapar de lo que constituía su principal talón de Aquiles: constituir una metodología subjetivista en tiempos de objetivismo reinante. Aunque se tomaran todos los recaudos necesarios, los relatos siempre iban a estar corrompidos por las selecciones realizadas por los informantes y por las categorías analíticas impuestas por el investigador. Y si la confiabilidad del enfoque biográfico fue una meta apenas alcanzada, la de garantizar cierto grado de representatividad terminó siendo una misión imposible. En el marco de un paradigma científico que enaltecía la cuantificación como la única vía para acceder a conclusiones significativas, el método biográfico solo podía producir conocimiento sobre lo singular, pero nunca sobre lo general. Su campo por excelencia era de lo ideográfico en un contexto el cual el modelo científico por excelencia era el nomotético. O, dicho más claro todavía, el método biográfico producía conocimientos singulares en un momento en el que se valoraban los conocimientos seriables.

La única opción posible para el enfoque biográfico era cuestionar los cimientos sobre los cuales se sostenía el edificio positivista. En la actualidad puede parecer una perogrullada imaginar una ciencia absolutamente objetiva, a salvo del temido fantasma de la subjetividad. Como se ha dicho en muchas oportunidades, el “espíritu de época” como sostenía Simmel o el “lugar” en palabras de De Certeau se filtran en cada una de las etapas que hacen al metier científico, desde el problema abordado hasta la presentación de los resultados, pasando por la elección de las herramientas teóricas, de un determinado recorte tempo-espacial y hasta de las fuentes a utilizar(15). Pero si esto resulta a simple vista evidente: ¿Por qué los cultores de las técnicas cualitativas en general y del enfoque biográfico en particular no pudieron defenderse de los ataques “objetivistas”?

Creemos que la principal razón radica en que, tanto atacantes como defensores, compartían el mismo universo epistemológico; uno ubicado en el casillero del positivismo y del empiricismo. Este predominio, al que podríamos pensar en términos paradigmáticos, siguiendo el planteo de Kuhn(16), hizo que los defensores del método biográfico solo atinaran a mejorar la confiabilidad de las técnicas. Y quienes pretendieron explorar el enfoque en todo su potencial lo hicieron desde un lugar muy ingenuo. Para estos últimos, las técnicas cualitativas eran la más auténtica aproximación y reproducción de la realidad debido a que no existían mediadores: eran los mismos protagonistas quienes hablaban.

Este empiricismo extremo, al que algunos autores denominaron ilusión  biográfica(17), condujo a algunos a reproducir el texto de una o varias historias de vida, pensando que eso era suficiente para acercar la realidad al lector. Se partía de la idea que la narración, sin ningún tipo de edición, podía hacer desaparecer la subjetividad propia del investigador. Frente a la crítica sobre el carácter científico del enfoque biográfico, oponían la creencia de que la mera transcripción de un relato contenía una imagen sin interferencias de lo que verdaderamente había ocurrido. Como vemos, la mayoría de las primitivas discusiones entre cuantitativistas y cualitativistas giraron en torno a un eje común: ambos reivindicaban la capacidad que cada uno de estos enfoques tenía para brindar un inmaculado reflejo de la realidad. Uno de los síntomas típicos de este predominio positivista puede rastrearse en el apelativo de técnica de “recolección de datos” que los libros de metodología se referían a la producción de evidencia. Como se desprende del término, la materia prima para iniciar un proceso de investigación pre-existía, era un a priori; simplemente había que recogerla y alejarla del caos de la realidad. 

Lo subjetivo era, entonces, aceptado, pero no era imaginado como inevitable. La idea, en el fondo, era conseguir un “dato puro”, libre de cualquier contaminación. Lo subjetivo era pensado como un residuo que se había colado en el proceso de recolección y, por esa razón, debía ser detectado y desechado. Pero, como es sabido, el dato nunca es y nunca podrá ser lo real en si mismo. En todo material simbólico, como lo son los documentos personales, el dato siempre es una determinada estructuración de la realidad. El pasaje de la realidad vivida a la contada siempre lleva consigo un proceso de reducción, de síntesis y de atribución de sentidos. En tanto dato, y tomando prestadas algunas palabras de Saltalamacchia, “lo real siempre es real construido”(18).

Si esto es así, la crítica del dato no es ni puede ser la critica de la objetividad, meta imposible de alcanzar, sino la crítica de su proceso de construcción. Critica que tiene como propósito encuadrar el proceso de construcción dentro de cierto cuerpo teórico que nos brinde indicios ciertos sobre el funcionamiento social, trascendiendo de esta forma el denso mundo de lo individual. De esta manera, el problema de la producción del dato dejaría de ser un problema epistemológico para convertirse en uno teórico. Al mismo tiempo, si la subjetividad se encuentra presente en el proceso que lleva a la construcción del dato, lo que queda no es encabezar una inútil cruzada por su eliminación, sino, por el contrario, asumirla a fondo como una forma de controlarla. En este sentido, Saltalamacchia señaló de forma acertada que “no es la cirugía sino la inmunología la mejor forma de tratar con ella”(19). Con esta afirmación, profundamente metodológica, daríamos un paso importante en la resolución del problema de la subjetividad: si no existen instrumentos a partir de los cuales pueda lograrse un efecto de realidad absoluto, la subjetividad dejaría de ser un problema y se convertiría en una apuesta.

Claro que, como ya dijimos, las ciencias sociales tratan de alcanzar algún tipo de generalización sobre el funcionamiento de la sociedad o, lo que es igual, se asientan sobre la idea de la repetibilidad de los fenómenos sociales. Esto nos traslada al segundo problema señalado por los críticos del enfoque biográfico: la representatividad de los resultados obtenidos. Las preguntas que deberíamos contestar son dos: ¿Cómo decir algo que no sea singular por medio de la reconstrucción de la vida de una persona, sea esta lograda gracias al relato del propio protagonista o a documentos personales? ¿Cómo lograr que el método biográfico sea algo más que una herramienta al servicio de un enfoque ideográfico de la ciencia?

Quien nos brinda algunos indicios al respecto es Daniel Bertaux, uno de los mayores referentes del método biográfico desde mediados de los setenta y quizás quien mejor representó un impulso renovador que terminó borrando los límites entre la sociología, la antropología y la historia. Este autor, en uno de sus trabajos clásicos, sostuvo que un enfoque basado en historias de vida tiene un potencial analítico, que iba mucho más allá de su ya conocida capacidad exploratoria: aquel podía describir puntillosamente el funcionamiento microsocial, pero también extraer conclusiones que superan holgadamente el terreno de lo particular(20). Esta fase analítica, dice Bertaux, comprende dos momentos cuya separación no es tan clara y que muchas veces se solapan. En un primer momento, en las aproximaciones iniciales del científico a su objeto de estudio, se compara información, se esbozan tipologías, se pasa de las ideas a las hipótesis; es decir, se obtiene una representación mental de lo que sucede y de cómo sucede. En un segundo momento, se pasa a la verificación o, dichos en otros términos, se procede a la consolidación empírica de las proposiciones descriptivas. Esto quiere decir que, a fuerza de repetición, se vuelve posible desarrollar una teorización. Cuando queda claramente delimitado el carácter de lo que se encuentra en numerosos casos, el investigador estaría en presencia de algo que se desprende de lo social y no del plano individual. En ese preciso momento se logra la saturación de la hipótesis. Cuando esto ocurre se tiene la seguridad de haber identificado un fenómeno que no emerge de la imaginación de los investigadores y, mucho menos, de un entrevistado mitómano: se trata de lo social expresado en voces individuales. En palabras de Bertaux, se cumple el milagro: se logra un modelo explicativo convincente, sin necesidad de una muestra significativa; esto es, queda resuelto el problema de la representatividad(21).

Enfoque biográfico: algunas precisiones teóricas

Analizada la validez del enfoque biográfico y la forma en la que una nueva generación de cientistas dio respuesta a la crítica objetivista, estamos en condiciones de ensayar una aproximación al diseño de una investigación inspirado en el uso intensivo de historias de vida. Para ello, dos preguntas se vuelven obligatorias: ¿Cuáles son las dimensiones de la vida social a las que podemos acceder a través del método biográfico? ¿Cómo puede colaborar en la construcción de nuestro objeto de estudio, primera etapa de cualquier proceso de investigación?

Lo primero que podríamos decir es que el objetivo del método biográfico es tener acceso a una realidad que trasciende al narrador. El relato de vida, en todo caso, es una ventana a partir de la cual podemos comprender el universo del que el narrador forma parte, que no sería más que el mundo subjetivo de los individuos en relación permanente e simultánea con procesos sociales de mayor alcance. Precisamente de esta última afirmación se desprenden las dos perspectivas que han dado vida al enfoque biográfico en su etapa contemporánea: la etno-sociológica y la hermenéutica(22). Si la primera intenta acceder a través de los relatos a las relaciones, normas y procesos que estructuran la vida social; la segunda consiste en el descubrimiento de los significados que transmiten las personas en las narraciones y, por su intermedio, de las escalas de valores que organizan el accionar de los individuos.

Puede que una metáfora venida del campo de la lingüística nos ayude a entender las diferencias de ambas perspectivas en relación a sus fotos de interés. Muy esquemáticamente, los lingüistas diferencian tres niveles de análisis: el de los significantes (las palabras escritas o habladas); el de los significados (las ideas que están detrás de los símbolos); y el de los referentes, que serían los casos concretos. Si acordamos que los relatos de vida son significantes, es posible distinguir dos grandes orientaciones en las que se divide el enfoque biográfico: por un lado, la que apunta a desentrañar los significados o, lo que es igual, los sentidos que intentan transmitir las personas que narran su vida; por el otro, la interesada en aquellos aspectos objetivos del relato que actúan como referentes de la narración, ya sean instituciones o mecanismos sociales. Cualquier proceso investigativo a escala regional puede abrevar de ambas perspectivas a la hora de trazar sus objetivos: puede centrar su atención en la dimensión hermenéutica, tomar como eje lo etno-sociológico o, como es recomendable, combinar ambas dimensiones.

Junto a ello, el enfoque biográfico puede brindarnos algunas pistas en la siguiente etapa del diseño de una investigación: la elección de un soporte teórico; uno que no imaginamos en términos cerrados, como un reemplazo de la realidad, sino como una serie de conceptos sensibilizadores o categorías capaces de ser utilizadas en su función epistemológica, siguiendo el sabio consejo de Zemelman(23). Esto, desde luego, no es una tarea fácil de resolver y, menos aun, en un puñado de páginas. Debido a la dimensión del texto y a su carácter introductorio, ofreceremos al lector algunos lineamientos teóricos generales que atraviesan a las diferentes variantes del método biográfico y que pueden ayudar a pensar las siempre complejas relaciones entre individuos y sociedad.

En lo relacionado al mundo de los significados, a lo que denominamos vertiente hermenéutica del método biográfico, una teoría sustantiva presente es el “interaccionismo simbólico”. Esta corriente, desarrollada por Mead a comienzos del siglo XX, nos brinda tres recomendaciones que superaron exitosamente la prueba del tiempo(24). Primero, el interaccionismo simbólico, en lugar de centrarse en el individuo, su personalidad y sus comportamientos, se focaliza en las relaciones que las personas establecen entre si, funcionando como un antecedente directo de los estudios de redes, que tanto auge tuvieron en las ciencias sociales durante los años ochenta y noventa. Segundo, esta corriente parte del supuesto que las personas actúan de acuerdo a lo que piensan, pero “lo pensado” siempre se encuentra influenciado por el entorno relacional del individuo: no se trata de una racionalidad absoluta, como imaginaban los neoclásicos, sino una relativa y permeada por las relaciones tejidas por cada individuo. Tercero, más allá de la importancia del entorno relacional, la perspectiva personal siempre resulta de un acto de auto-reflexión en el que la forma como se procesa el pasado tiene un papel fundamental. Por último, las personas, aunque condicionadas, siempre tienen un margen de acción y en función del mismo actúan concientemente, pudiendo llevar sus decisiones inclusive más allá de los límites establecidos.

Cada una de estas ideas generales fue trasladada al método biográfico por Denzin, principal referente de la línea interpretativista del enfoque(25). Desde su punto de vista, las narrativas vitales contienen varios supuestos que las estructuran. Sin ánimo de ser exhaustivos, podríamos decir que en la propuesta de Denzin los relatos de vida hablan de un protagonista, pero también de “otros”. Al mismo tiempo, las narraciones reflejan la influencia que las clases sociales y el género tienen en las interpretaciones, descripciones y valores. Los relatos de vida, además, tienen un comienzo en el universo familiar, que funciona como un big bang en materia de sociabilidad, y presentan diferentes puntos de inflexión, algunos de ellos traumáticos, que terminan modelando sus experiencias y, por su intermedio, sus interpretaciones y visiones acerca del mundo.

Otro de los autores que podemos incluir en este breve recorrido es Elder(26). Este autor, creador del life course analysis, destaca cuatro puntos centrales que pueden colaborar en la comprensión del funcionamiento microsocial. En primer lugar, la trayectoria vital de los individuos está ligado un proceso histórico determinado, que ofrecen una gama de opciones pero también constricciones. En segundo término, Elder sostiene, siguiendo una larga tradición antropológica, que la edad está asociada al desempeño de roles y que cada etapa vital está vinculada a una serie de expectativas y creencias. En tercer lugar, al igual que cada uno de los autores precedentes, imagina la vida humana enraizada en relaciones sociales de diversa índole, desde familiares y amicales hasta laborales y políticas. Por último, y en función de cada uno de los puntos comentados, Elder advierte la importancia de prestar atención a los actores sociales concretos y a su capacidad de agencia en cualquier aproximación a la sociedad que se precie de científica.

Si tuviéramos que señalar algunos denominadores comunes al interior de esta familia de enfoques teóricos, estos podrían resumirse en tres afirmaciones de enorme carga explicativa. Primero, la existencia de un “yo” que es protagonista de los sucesos o procesos analizados. Segundo, esos sucesos tienen lugar en contextos socio-históricos de diverso tipo y escala. Tercero, existen puntos de inflexión que nos avisan de la existencia de cambios. Gracias a estos tres focos resulta posible llevar adelante lo que Revel denominó “juegos de escala”(27): en una misma aproximación resulta posible hacer dialogar los niveles micro, meso y macrosocial, asociados respectivamente a los actores, los entornos relacionales y la estructura social.    

La implementación de un diseño inspirado en el enfoque biográfico
           
Sabido es que el objetivo condiciona, dentro de ciertos márgenes, la siguiente etapa del proceso investigativo: la implementación del diseño. Este consiste en la transformación de aquellos objetivos en procedimientos capaces de construir la evidencia necesaria para probar cada una de las hipótesis formuladas (nótese el uso de la palabra construcción y no recolección). De todas las herramientas capaces de reconstruir el punto de vista de los actores sociales, hemos seleccionado, en la presente aproximación, dos en particular: la entrevista biográfica o semiestructurada, y el focus group.

  • Entrevista semi-estructurada

Comencemos definiendo la entrevista semiestructurada. Una buena manera de hacerlo es contraponiéndola con una encuesta: esta última es un intercambio verbal unilateral; mientras que la primera “es una forma de discurso entre dos o más hablantes que se precia de ser simétrico; es decir, que fluye en ambos sentidos”(28). De esta definición se desprende un aspecto fundamental: la materia prima sobre la que trabaja este tipo de entrevista es la memoria de los protagonistas. Y esto hace que el entrevistado tenga dos ventajas respecto del investigador: por un lado, ha vivido en la época y en el lugar en el que se desarrollaron los episodios o procesos analizados; por el otro, de una forma u otra, se ha interesado en los mismos en tanto les dedicó atención y aun los recuerda. Gracias a esta posición privilegiada, un entrevistado puede proveer información sobre situaciones en las que se vio involucrado, pero también sobre aspectos acerca de los cuales fue informado en aquel momento.

Sin embargo, ninguna de estas ventajas debería ser suficiente para dejar de lado una atenta vigilancia por parte del investigador. Sin llegar a la rigurosidad de los controles de confiabilidad propuestos hacia mediados del siglo XX, resulta necesaria una permanente triangulación de los dichos del entrevistado con lo aportado por distinto tipo de fuentes, desde la prensa hasta las estadísticas oficiales. Este recaudo no resulta sorprendente si tenemos en cuenta que, pasado un tiempo, la memoria puede debilitarse, volviendo confusos algunos aspectos del proceso que sirve de centro a las reflexiones, pero también por otras razones que podrían ser incluidas dentro de lo que algunos autores han denominado “racionalización”(29).

Veamos en detalle esta última idea. Como ya dijimos, el entrevistado es, casi por definición, un actor de los sucesos que narra. Vivió e interpretó esos episodios desde su instrumental cognitivo; esto es, a partir de sus intereses y de un marco cultural que organizó su participación. De ahí que el dato que nos proporciona deba ser evaluado tomando en consideración esas circunstancias. Al mismo tiempo, el entrevistado se refiere a un proceso cuyo ciclo muchas veces está terminado: conoce el desenlace del mismo y posiblemente ha sufrido sus consecuencias. Y esto, como es de imaginar, tiene su influjo en la memoria: la reconfigura, condicionando la presentación de los hechos y de las percepciones alrededor de los mismos. Claro que es imposible suprimir esos condicionantes y, si fuera posible, no tendría mucho sentido hacerlo. Lo importante en estos casos es poner en marcha un proceso conjunto (entrevistado-entrevistador) de deconstrucción y reconstrucción que permita avanzar con más seguridad en la investigación.

De lo que se trata, en definitiva, no es tanto acceder a datos hasta allí desconocidos como comprender el punto de vista del protagonista. Para ello, resulta necesario reconstruir el sentido o, lo que es igual, el lugar que ocuparon aquellos hechos en la estructura de valores que organizaba la percepción del sujeto. Después de todo, son esas estructuras las que permiten distinguir lo importante de lo que no lo es; lo repudiable de lo admirable. La entrevista permite al entrevistador preguntar sobre el sentido particular que para él tuvieron los sucesos tuvieron al momento de ocurrir. Y esto resulta posible fundamentalmente por el carácter abierto e interactivo que posee el instrumento metodológico: en esta búsqueda del sentido pretérito, en esta arqueología de la subjetividad, no existe una recolección de datos, sino una co-investigación.

Esto no significa que las diferencias entre entrevistado y entrevistador se desdibujen, pero sí que no existe nada semejante a un entrevistador que pregunta y un entrevistado que contesta. Se trata, en todo caso, de una búsqueda compartida, que resulta mucho más dificultosa con una encuesta: el entrevistado deberá bucear en su memoria en búsqueda de algo más que acontecimientos y el entrevistador deberá actuar estimulando el proceso de reconstrucción de sentidos. No estaría mal si imagináramos a la entrevista biográfica, entendida en términos semi-estructurados, como un espacio donde confluyen y se enriquecen mutuamente dos lenguajes absolutamente diferentes: uno principalmente teórico, basado en una serie de hipótesis, y otro mucho mas cercano a la vida cotidiana o, utilizando términos filosóficos, derivado de la experiencia de los actores involucrados.

Claro que el carácter compartido de la construcción de la evidencia, no releva al investigador de su responsabilidad en el proceso investigativo. Uno de los momentos en los que aquella pone a prueba es en la preparación de la entrevista. La espontaneidad de la misma, aspecto que la convierte en una herramienta de considerable productividad, solo puede ser asegurada si el entrevistador se familiariza con el universo fáctico y cultural del entrevistado. Y para ello, resulta fundamental realizar una investigación bibliográfica. La lectura de investigaciones previas que abordan el objeto de estudio seleccionado puede ayudar a construir preguntas y campos de problemas, así como para conocer a ciencia cierta las explicaciones más difundidas sobre los hechos o procesos que se pretenden explicar. No debemos olvidar que éstas pueden estar presentes en la memoria del entrevistado, organizando el relato, guiando su reconstrucción y hasta modelando el registro de lo sucedido.
Puede que una experiencia investigativa vivida por Portelli nos ayude a entender cómo operan los mecanismos de la memoria(30). En un artículo publicado hacia fines de los ochenta, el historiador italiano descubría cómo aparecía en los relatos de dirigentes sindicales y activistas obreros una asociación entre dos acontecimientos sin conexión aparente: la muerte de un joven en una marcha contra la OTAN en 1949 y una serie de protestas como respuesta a una oleada de despidos sucedidos entre 1952 y 1953. En este caso, el testimonio de dichos informantes no tendría demasiada utilidad para reconstruir los hechos de forma “fiel y objetiva”, pero si serviría para descubrir el significado social que para el movimiento obrero tuvo ese suceso en el marco de una escalada de conflictividad: uno venía anunciar al otro; dos episodios aislados quedaron sincronizados en una periodización colectiva. Este tipo de situaciones nos alertan sobre una cuestión, imposible de ser descuidada en cualquier investigación previa a una entrevista: la memoria muchas veces sigue su propio curso, posee cierto margen de autonomía, redefiniendo muchas veces los acontecimientos concretos o el vínculo entre los mismos. Por esta razón, conocer a ciencia cierta el universo factual del entrevistado es de inestimable ayuda para descubrir esos sinuosos senderos por donde la memoria se abre paso. Después de todo, como bien aclara Sautu, estas interpretaciones del pasado, en tanto sentidas, son tan reales como los hechos pero, a diferencia de estos, no pueden ser analizadas por otros procedimientos(31).

El principal resultado de esta pesquisa preliminar es una guía de entrevista o, lo que es igual, una serie de líneas problemáticas a ser profundizadas en la interacción entre entrevistado y entrevistador. Lejos de ser cerrados como las preguntas de una encuesta, los puntos que componen la guía, por su carácter abierto, hacen las veces de disparadores, posibilitando una participación mucho más activa por parte del entrevistado. De todas maneras, y más allá de lo imprescindible que pueda ser la elaboración de la guía, existe un aspecto insoslayable que nos obliga a ser cautelosos a la hora de su  implementación: ninguna conversación que se precie de amistosa, sea con un familiar, amigo o vecino, se desarrolla en presencia de un esquema escrito previamente diseñado. El hecho que el entrevistador lleve consigo dicho bosquejo puede desdibujar la apariencia informal del encuentro, subrayando que no se trata de una simple conversación. De ahí que lo ideal para llevar a cabo una entrevista semiestructurada sea evitar llevar cualquier soporte material, lo que, como es de imaginar, obliga al investigador a redoblar el esfuerzo a la hora de preparar la entrevista.

En cuanto al número de entrevistas, lo deseable es que se realicen tres encuentros(32). En el primero de ellos, se informa al entrevistado sobre el contenido de la investigación: su origen, sus objetivos y el método utilizado. Realizada esta presentación de rigor, importante para aventar fantasmas y establecer un ambiente de confianza mutua, se le solicita al entrevistado que recuerde en orden cronológico los aspectos que considera esenciales de su vida. En este momento, la entrevista asume un carácter más bien etnográfico y la lógica que predomina es la extensiva. Por esta razón, las intervenciones del entrevistador deben restringirse al máximo, limitándose a reconducir el discurso del entrevistado cuando el mismo se vuelva disgresivo y a llamar la atención sobre periodos de la vida del protagonista poco abordados.

El análisis preliminar del texto de la primera entrevista resulta un insumo fundamental en la preparación del segundo encuentro. Se trata de identificar los silencios, las posibles reconstrucciones post-facto y aquellos mecanismos sociales que puedan ser de utilidad para la correcta marcha del proyecto. La detección de todos estos  aspectos hace que la relación entre entrevistado y entrevistador tome un cariz diferente: si en la primera entrevista prevalecía cierta prescindencia por parte del investigador, en la segunda este último debe desempeñar un papel mucho más activo. Entre otras cuestiones, debe proponer la exploración conjunta de aquellos problemas que resultaron importantes luego del análisis de la primera entrevista, poner énfasis en los significados de las acciones narradas y “discutir” con el entrevistado las interpretaciones alternativas a las dadas en el testimonio. Como salta a la vista, este es el momento en el que la co-investigación se vuelve realidad: la lógica intensiva se impone, dando cuenta simultáneamente de las dimensiones etno-sociológica e interpretativa del método biográfico.

Completado el segundo ciclo de entrevistas, el investigador redactará un informe preliminar en el que reunirá esos temas centrales que descubrió y que sospecha que son algo más que fenómenos individuales. Ese paper, que no deja de ser una serie de apuntes, ocupará un lugar central en la tercer encuentro. No solo constituye una necesaria devolución de gentilezas por parte del investigador, sino también puede estimular, por medio de una lectura conjunta, nuevas elaboraciones por parte del entrevistado que puedan llegar a surgir cuando este último se encuentre en presencia de una interpretación global del proceso analizado.

Queda claro que este sistema de tres entrevistas no siempre resulta realizable, sobre todo si pensamos en el escaso tiempo libre de las personas y en lo complejo que puede llegar a ser remover un pasado que, muchas veces, parecía sepultado. Pese a ello, no deja de ser una referencia útil para saber cuales deberían ser las condiciones necesarias para poner en marcha un proceso verdaderamente co-investigativo.

  • Focus group

Una segunda herramienta que es posible utilizar dentro del marco del método biográfico es el focus group. En palabras de Sautu, esta modalidad investigativa supone “ejercicios de dinámica grupos y la conducción del grupo y [por ese motivo] el análisis de los resultados deben ser entendidos en el contexto de la interacción de un grupo”(33). La diferencia entre un focus group biográfico y otras aplicaciones del mismo reside en  su propósito: no trata de descubrir el comportamiento de determinados segmentos del mercado o resolver conflictos, sino producir datos para una investigación de corte histórico, sociológico o antropológico. Y, por esta razón, resulta imprescindible que lo participantes del grupo hayan sido protagonistas de algún proceso de interés o bien que estén familiarizados con los contenidos que se discutirán en el grupo. Al mismo tiempo, por tratarse de una experiencia de interacción única e irrepetible, los resultados del grupo no pueden procesarse en términos cuantitativos o, dicho de otra manera, la dinámica grupal no puede volcarse en cuadros o ser leída a partir de la obtención de porcentajes.

En tanto instrumento cualitativo, los grupos focalizados pueden cumplir el mismo papel que una entrevista, tanto en sus aspectos etnográficos como interpretativos: se trata de una conversación amistosa andamiada a partir de un listado de aspectos a ser debatidos, que funciona de la misma manera que una guía de entrevista. Lo importante de un focus group, y allí radica su singularidad, es que permite apreciar la construcción social de creencias, valores, percepciones e interpretaciones; meta mucho más difícil de alcanzar por otros medios. En este sentido, no estaría mal si dijéramos que la saturación de las hipótesis, ese camino descubierto por Bertaux que permitía alcanzar conclusiones significativas sin la necesidad de una muestra, puede darse de forma más directa por medio de los focus group y sin precisar la ejecución de decenas de entrevistas.

De las entrevistas a las historias de vida
           
Gracias a los instrumentos que acabamos de caracterizar es posible obtener una serie de relatos de vida, que no dejan de ser la materia prima para un análisis realizado dentro de los límites del enfoque biográfico. El paso siguiente sería transformar esas narrativas en historias de vida, sean estas individuales o colectivas: el input debe convertirse en un texto científico. Esta metamorfosis, en gran medida, resulta posible gracias al trabajo de edición, que corre por cuenta del investigador, aunque el sujeto entrevistado tenga derecho de co-autoria y, por ello, pueda introducir cambios. Por más que no exista una receta única para llevar adelante esta tarea, creemos que las recomendaciones de Pujadas brindan algunas pistas al respecto(34). En un texto referido al método biográfico, a esta altura un clásico en la materia, el cientista social español apuntaba seis labores insoslayables:

  • Ordenar la información cronológica y temáticamente
  • Evitar el ajuste indiscriminado del estilo coloquial del entrevistado
  • Introducir notas para contextualizar el/los caso/s y el problema abordado
  • Sumar testimonios de personas que sean parte del universo social más próximo del protagonista con el fin de calibrar y enriquecer la narrativa principal.
  • Insertar la historia de vida dentro de una serie de objetivos y al interior de una perspectiva teórica
  • Realizar una introducción metodológica en la que se explicitan el contexto de redacción de la historia de vida, desde el primer contacto con el informante hasta la finalización del texto

Junto a estas recomendaciones, que no dejan de ser generales, resulta necesario prestar atención a dos modalidades de historias de vida, cuyos límites pueden ajustarse a los objetivos de diferentes tipos de investigación: los relatos únicos y los relatos múltiples(35). Los primeros, a los cuales podríamos pensar como estudios de caso, resultan poco frecuentes en el mundo de las ciencias sociales por distintas razones. En primer lugar, porque es muy difícil hallar un entrevistado que amerite, por si solo, una historia de vida; esto es, que tenga capacidad expresiva, que no posea lapsus de relevancia y, sobre todo, que no fantasee. Y, en caso que este narrador ideal existiera, muchas veces resulta difícil que dedique el tiempo necesario para reconstruir de forma completa su trayectoria vital. Además, la elección del informante biográfico requiere de la adecuación del perfil de la persona a los propósitos de la pesquisa: el entrevistado puede tener una memoria perfecta y una locuacidad envidiable, pero sus saberes pueden no hacer al problema que se pretende abordar.

Pese a las ventajas que pueden llegar a tener los relatos únicos, lo más habitual es presentar los resultados de una investigación a través de relatos múltiples. En esencia, este tipo de historias de vida tienen una concepción coral que le permite desprenderse de la ilusión de una autonomía absoluta por parte de los individuos. Gracias al escrutinio de diferentes voces se produce un efecto de distanciamiento: cada una de las trayectorias vitales abordadas es relativizada y analizada a la luz de las restantes, esquivando en ese movimiento una de las principales críticas a las que el enfoque biográfico fuera sometido durante el siglo XX. En este sentido, la mejor definición de los alcances del método biográfico basado en relatos múltiples fue dada por Poirier. En un estudio escrito a comienzos de la década de 1980, sostenía que se trataba de “una mirada múltiple centrada en un solo objeto, que consistía normalmente en una formación social de dimensiones demográficas pequeñas”(36). Algunos ejemplos de aplicaciones del método biográfico en su variante de relatos cruzados son estudios centrados en familias, organizaciones sindicales o partidos políticos.

El método biográfico no solo se nutre de relatos múltiples cruzados, sino también existe una segunda variante: los relatos múltiples paralelos. Este tipo de presentación se utiliza cuando el objeto de estudio de una investigación consiste en unidades más amplias y difícilmente abordables a partir de entrevistas a todas las personas que las componen (por caso, los sectores populares, los jóvenes, las mujeres o los artesanos). Aunque importante, la diferencia tipológica entre ambas formas de presentar una investigación biográfica difícilmente pueda reducirse a una cuestión de tamaño. Los relatos sobre el holocausto o, para el caso argentino, sobre el genocidio perpetrado por la dictadura militar en los setenta, que involucraron a una enorme cantidad de supervivientes, pueden concebirse como relatos de vida cruzados. En estos casos, las narraciones se orientan y confluyen en una experiencia que refuerza un sentido de identidad, incorporando a personas de características muy diferentes. A estas formas de identificación, nacidas a partir de una experiencia traumática, Epstein las denomina terminales, aplicando este concepto para referirse a las victimas de los ataques nucleares que los Estados Unidos lanzó contra Japón en la segunda guerra mundial(37).

Junto a los relatos únicos y múltiples debemos señalar una tercera forma de utilizar los documentos vitales: como ilustración sobre algún punto de la argumentación. El estatuto del extracto seleccionado no es el de prueba, sino el de funcionar como ejemplo. La validez de la explicación, claro está, no se encuentra en ese fragmento, sino en la coherencia interna de la argumentación; o, dicho de otra manera, está en la “adecuación de la teoría como totalidad y la totalidad de las observaciones”(38), sin importar demasiado si se trata de una investigación de corte cuantitativo o bien de una cualitativa. El único inconveniente de este uso de las historias de vida es la natural segmentación a la que es sometido el documento, perdiendo muchas veces la idea de totalidad que impregna a la narración del entrevistado. No son pocas las ocasiones que, por medio de un exceso de fragmentación, el investigador termina por hacer decir a la fuente lo que pretende y no lo que ella mostraría si fuera abordada en toda su complejidad.   

Algunas consideraciones finales: luces y sombras del enfoque biográfico

Luego de este recorrido, podemos evaluar a ciencia cierta cuales son las luces y sombras de enfoque biográfico, siempre pensando en sus posibles aplicaciones en los estudios regionales.

Comencemos con las ventajas. En primer lugar, como avisamos a lo largo del texto, el método biográfico facilita la tarea de formular hipótesis en las etapas iniciales de cualquier tipo de investigación. Debido a su capacidad exploratoria, algo que había sido destacado hasta por los críticos del enfoque, puede colaborar a correlacionar variables si nuestro encuadre es cuantitativo o brindar insumos para posibles explicaciones en caso de que se escoja un camino cualitativo. En segundo termino, el método biográfico, quizás como ningún otro conjunto de herramientas, nos permite aproximarnos al mundo de las relaciones sociales; algo que sugirieron una enorme cantidad de autores, desde Marx hasta los cultores de los estudios de redes, y que sería muy difícil de abordar desde una óptica meramente estadística. En tercer lugar, el enfoque biográfico nos da respuesta a todas y cada una de las preguntas que hacen a una encuesta, ganado en minuciosidad y detalle, así como accediendo a una faceta subjetiva que resulta imposible de abarcar en estudios a gran escala. En cuarto lugar, en el caso de una investigación que utilice diferentes instrumentos de producción empírica, una entrevista biográfica puede funcionar como un excelente control de resultados. Por ultimo, no podríamos dejar de mencionar los aportes que el método biográfico puede hacer en la etapa de presentación de los frutos de la investigación: las historias de vida, además de servir como ilustración, puede dotar a una investigación de una capacidad analítica, sintética y emotiva.  

De todas formas, el método biográfico no es el mágico remedio para todos los males que aquejan a un cientista social a la hora de construir su objeto de estudio. Junto a las ventajas que acabamos de mencionar, es preciso señalar una serie de desventajas. En primer lugar, como ya anticipamos más arriba, debemos destacar lo dificultoso que puede llegar a ser conseguir un buen entrevistado, dispuesto a colaborar y provisto de una buena historia para contar. Otras de las desventajas es la dificultad de controlar la información obtenida, que solo puede ser resuelta por medio de un laborioso trabajo de triangulación de fuentes. Por ultimo, uno de los riesgos que una investigación puede correr mediante una aplicación acrítica del método biográfico es imaginar que el relato de vida habla por si mismo, renunciando al análisis en profundidad de la narrativa recopilada. Este tipo de prácticas conduce a una especie de “fetichización” del enfoque que termina por homologar la obtención de un buen relato con un estudio de la trayectoria vital de una persona y de las relaciones que hilvanó a lo largo de su vida.

Quien realizó, según entendemos, la más aguda crítica al método biográfico fue Pierre Bourdieu(39). Para el mítico sociólogo francés, la historia de vida es una noción del sentido común que ingresó de contrabando en el discurso de las ciencias sociales. Desde su mirada, tanto el entrevistado como el entrevistador son cómplices de una mistificación que consiste en atribuirle sentido a algo que no lo tiene. Lo caótico, dice Bourdieu, es presentado como algo ordenado y que posee una lógica que puede ser retrospectiva o bien prospectiva; es decir, puede servir de justificación del presente o como antecedente de algo que puede suceder en el futuro. También es cierto que existen discontinuidades que raramente son identificadas y reconocidas por los sujetos en sus narraciones. Las reticencias de Bourdieu son compartidas por otros autores que cargan tintas sobre la idea trayectoria vital. Detrás de la misma, existe un nombre propio, que no deja de ser un referente constante; algo que no cambia a lo largo del tiempo. Las características de esa persona, por el contrario, constituyen una realidad mutante. Lo biográfico, sobre esta materia variable, introduce una visión totalizadora y coherente, aun a riesgo de pulir muchas veces las aristas más irregulares de la vida de las personas y de simplificar una realidad llena de matices.

Sin embargo, a estas críticas, en todo atendibles, puede fácilmente oponérsele argumentos. La ilusión biográfica puede ser suavizada y relativizada a través de un aparato crítico robusto y de la presentación de pruebas complementarias. También puede ser combatida sumando testimonios de familiares y amigos, así como implementando relatos cruzados y paralelos. Pero, más allá de esta ambición objetivista, que está en la base del reclamo de Bourdieu, el enfoque biográfico complementa la búsqueda de mecanismos sociales recurrentes con un deseo de abordar lo inconmensurable de la experiencia humana o, lo que es igual, la indeterminación que subyace en la vida en sociedad. Después de todo, en toda trayectoria personal o colectiva conviven siempre dos componentes, uno previsible y otro imprevisible. La dimensión previsible es la que nos remite a los anclajes de la época y al contexto cultural en que desarrollaron su vida los protagonistas. La dimensión imprescindible, idiosincrática e irreductible es la que nos conduce a las circunstancias específicas e irrepetibles de cada vida en particular, a esos escenarios donde podemos ver funcionar la racionalidad humana en toda su magnitud. El énfasis del método biográfico consiste en no cercenar ni postergar esa instancia testimonial, la cual es en definitiva la fuente de su capacidad explicativa. Esto no supone, como insistimos a lo largo del texto, un atentado contra el método científico, pero si una crítica de fuste tanto al positivismo como al cientificismo.    


Referencias


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2
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3. Pujadas, Joan. El método biográfico: el uso de las historias de vida en ciencias sociales. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 1992. p. 8. Volver al texto

4. Mills, Charles Wright. La imaginación sociológica. México: Fondo de Cultura Económica, 1959,  p. 55. Volver al texto


5.
Magrassi, Guillermo; Rocca, Manuel. La historia de vida. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1986, p. 13. Volver al texto


6.
Ferrarotti, Franco. Storia e storie di vita. Bari: Laterza, 1981, p. 20. Volver al texto


7. Op. cit., p. 23. Volver al texto

8. Bourdieu, Pierre. Esquisse d'une theorie de la pratique. Paris: Droz, 1980, p. 178. Volver al texto

9. Lewis, Oscar. Los hijos de Sánchez. México: Joaquín Mortiz, 1971. Volver al texto

10. Barrett, S. M. Las memorias del indio jerónimo. Autobiografía de un gran guerrero. Buenos Aires: Cuarto Mundo, 1975. Volver al texto

11. Algunas de las obras representativas de la Escuela de Chicago son: Shaw, Clifford. Jack Roller. A delinquent boy story. Chicago: University of Chicago Press, 1930; del mismo autor: The natural history of a delinquent career. Chicago: University of Chicago Press, 1931; Thomas, William y Znaniecki, Florian. The polish peasant in Europe and America. New York: Knopf Press, 1927; y Thrasher, Frederick. The gang: a study of 1313 gangs in Chicago. Chicago: University of Chicago Press, 1928. Volver al texto

12. Blumer, Herbert. An appraisal of Thomas and Znaniecki's The polish peaseant in Europe and America. Nueva York: Social Sciences Research Counsil, 1989, p. 47. Volver al texto

13. Saltalamacchia, Homero. Historia de vida: reflexiones a partir de una experiencia de investigación. Caguas: Ediciones CIJUP, 1992, p. 22. Volver al texto

14. Un texto paradigmático que aborda in extenso los controles de confiabilidad es: Tremblay, Marc. La técnica del informante clave. American Anthropologist, 59 (1969): 688-702. Volver al texto

15. Certeau, Michel de. La escritura de la historia. México: Universidad Iberoamericana, 1993, p. 77; y Simmel, Georg. El individuo y la libertad. Barcelona: Ediciones Península, 1986, p. 121-125. Volver al texto

16. Kuhn, Thomas. The structure of scientific revolutions. Chicago: University of Chicago Press, 1970. Volver al texto


17. Bourdieu, Pierre. La ilusión biográfica. En: Historia y fuente oral, 2 (1989): 27-33. Volver al texto


18. Saltalamacchia, Homero. Historia de vida: reflexiones a partir de una experiencia de investigación. Caguas: Ediciones CIJUP, 1992. p. 34. Volver al texto

19. Saltalamacchia, Homero. Op. cit.. p. 43. Volver al texto

20. Bertaux, Daniel. “Los relatos de vida en el análisis social”. En: Aceves Lozano, Jorge (comp.). Historia oral. México: Instituto Mora, 1993, p. 141-144. Volver al texto

21. Bertaux, Daniel. Op. cit., p. 143. Volver al texto

22. Bertaux, Daniel; Kohli, Martin. The life history aproach: a continental view. Anual review of sociology, 10 (1984): 215-235. Volver al texto

23. Zemelman, Hugo. Razones para un debate epistemológico. Revista mexicana de sociología, v. 49, no. 1 (1987). Volver al texto

24. Charon, Joel. Symbolic interactionism, an introduction, an interpretation, an integration. Englewood: Prentice Hall, 1995, p. 22-23. Volver al texto

25. Denzin, Norman. Interpretative biography: qualitative research methods. Newbury Park: Sage, 1989, p. 17. Volver al texto

26. Elder, Glen. Time, human agency and social change: perspectives on the life course. Social Psicology Quarterly, 57 (1994): 4-15. Volver al texto

27. Revel, Jacques. Jeux d’échelles: la mycroanalyse à l’expérience. París: Gallimard, 1996. Volver al texto

28. Sautu, Ruth. Op. cit., p. 21. Volver al texto

29. Saltalamacchia, Homero. Op. cit. p. 166-167. Volver al texto

30. Portelli, Alessandro. Historia y memoria: la muerte de Luigi Trastulli. Historia y fuente oral, 1 (1989): 5-32. Volver al texto

31. Sautu, Ruth. Op. cit., p. 45. Volver al texto

32. Una buena descripción de la implementación de una entrevista biográfica en: Cornejo, Marcela [et al]. "La investigación con relatos de vida: pistas y opciones del diseño metodológico. Psykhe, 17, 1 (2008): 29-39. Volver al texto

33. Sautu, Ruth. Op. cit., p. 21. Volver al texto

34. Pujadas, Joan. El método biográfico: el uso de las historias de vida en ciencias sociales. Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 1992, p. 140. Volver al texto

35. Sanz Hernández, Alexia. El método biográfico en investigación social: potencialidades y limitaciones de las fuentes orales y los documentos personales. Asclepio, VII, 1 (2005): 103-104. Volver al texto

36. Poirier, J. [et al.]. Les récits de vie: théorie et pratique. Paris: PUF, 1983, p. 135. Volver al texto


37. Epstein, A. Ethos and identity: three studies in ethnicity. Londres: Tavistock, 1978. Volver al texto


38. Bertaux, Daniel. “Los relatos de vida en el análisis social”. En: Aceves Lozano, Jorge (comp.). Historia oral. México: Instituto Mora, 1993, p. 145. Volver al texto

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