Revista Argentina de Humanidades y Ciencias Sociales
ISSN 1669-1555
Volumen 11, nº 1 (2013)

Filosofía analítica y semiótica: dos enfoques sobre la composicionalidad de la expresión metafórica

por Alexandra Astrid Ruiz Surget

Universidad Panamericana, México
a.ruiz.surget@gmail.com

 
 
Resumen

Se revisan dos trabajos representativos de la Filosofía analítica (Davidson) y de la Semiótica (Brandt y Brandt). En ambos se destaca el tratamiento de la metáfora como una expresión lingüística cuyo significado no se explica únicamente a través de una teoría semántica. En esto último, a pesar de la distancia histórica y epistemológica que los separa, los autores concuerdan. Aunque el tema de la metáfora es abordado por Davidson desde la perspectiva de la filosofía analítica y por Brandt y Brandt desde la perspectiva de la semiótica y las ciencias cognitivas, ambas posturas parecen llegar a la misma conclusión sobre la no composicionalidad semántica de la metáfora. Se revisan además algunas concepciones clásicas de la metáfora, como la retórica. Se discuten características especiales de la metáfora como su aparente “desviación” del sentido original de la expresión y la interpretación.

 
Palabras clave
Metáfora, lingüística cognitiva, entorno discursivo, composicionalidad, semántica
 

Analytic philosophy and semiotics: two approaches for the metaphor compositionality feature
 
Abstract

This piece reviews two representative works of analytic philosophy (Davidson) and semiotics (Brandt and Brandt). Both approaches highlight the metaphor as a linguistic expression with a meaning that is not only explained by a semantic theory. Despite the historical and epistemological distance between them, the authors agree. Although the subject of the metaphor is approached by Davidson from the perspective of analytic philosophy and by Brandt and Brandt from the perspective of semiotics and cognitive science, both positions seem to reach the same conclusion about the semantic non-compositionality of the metaphor. Additionally I review some classical conceptions of metaphor and rhetoric. This paper discusses special features of metaphor like its apparent "deviation" from the original meaning of the expression and its interpretation.

 

Key words

Metaphor, cognitive linguistics, discourse, compositionality, semantics
 
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Recibido: 20 de diciembre de 2012
Aceptado: 3 de marzo de 2013
 
Para citar este artículo: Rev. Arg. Hum Cienc. Soc. 2013; 11(1). Disponible en internet: http://www.sai.com.ar/metodologia/rahycs/rahycs_v11_n1_02.htm
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El presente artículo surgió de la lectura simultánea del conocido artículo de Donald Davidson, "What metaphors mean"(1) y de "Making sense of a blend: a cognitive-semiotic approach to metaphor", de Line Brandt y Per Aage Brandt(2). Un elemento en particular une estas lecturas: el tratamiento de la metáfora como una expresión lingüística cuyo significado no se explica únicamente a través de una teoría semántica. En esto último, a pesar de la distancia histórica y epistemológica que los separa, los autores concuerdan. Aunque el tema de la metáfora es abordado por Davidson desde la perspectiva de la filosofía analítica y por Brandt y Brandt desde la perspectiva de la semiótica y las ciencias cognitivas, ambas posturas parecen llegar a la misma conclusión sobre la no composicionalidad semántica de la metáfora. ¿Hablan del mismo tipo de composicionalidad?

Hasta hace poco, la metáfora, junto con otras figuras retóricas, era vista como una expresión semánticamente anómala, en vista de que no era una comparación de una cosa con otra como el símil, sino la atribución de una característica incompatible a una cosa, como en el ejemplo “El agua de la espada”. La espada no tiene el atributo de contener agua. Otro tipo de metáforas, las predicativas, realizaban la inclusión de un elemento dentro de una categoría que, por los rasgos de la cosa, no era adecuada, por ejemplo, “El hombre es un lobo”. El hombre no se encuentra en la categoría de los lobos.

A lo largo de la historia de su estudio, diferentes tratamientos de la metáfora han ido acumulándole una serie de etiquetas que tienen que ver con la idea general de la anomalía. A los ojos de la Literatura, ha funcionado como un adorno del lenguaje cuyo juego genera en el lector una experiencia estética distinta del “lenguaje literal” (Aristóteles, Dumarsais, Fontannier); y cuando la novedad del juego termina y la metáfora queda exitosamente integrada al habla cotidiana, se le califica como “metáfora muerta”, un candidato más a convertirse en locución, expresión idiomática o integrante del artículo lexicográfico que tenga que ver con una de sus partes o temas: queda pues, “normalizada”. Otra cuestión muy estudiada sobre la metáfora es su posible sustitución dentro del discurso. Si la metáfora es una desviación del lenguaje, debería ser posible expresar la misma idea utilizando un lenguaje “literal”, es decir, hacer una paráfrasis de la metáfora.

Desde el punto de vista de la Lingüística, la metáfora se explicaba como la comparación tácita de dos objetos. Tácita porque no es un símil, no contiene el comparativo como y por eso la supuesta comparación queda más a cuenta del lector o del oyente. ¿En qué se parece el hombre a un lobo? Las teorías comparatistas llaman Fuente al elemento que se compara y Meta a aquél con el cual se le compara. Hay que identificar las características tanto de la fuente como de la meta y, en una especie de cruce de características, localizar cuáles tienen en común Klinkenberg (3).

Después vinieron las teorías que no se contentaban con comparar fuentes y metas sino que, para explicar la desviación lingüística de la metáfora proponían que los rasgos semánticos de ambos interactuaban de modo que generaban nuevos significados en la expresión gracias a las ideas asociadas a estos rasgos. Max Black(4) entre otros enfatizó que esta interacción ocurre no como un acertijo en una expresión suelta sino que “[…] la metáfora se realiza en el discurso, está inserta en un ‘texto’ dado y no necesita ser tratada como una adivinanza. Así que el escritor o el hablante está empleando medios convencionales para producir un efecto no-estándar al utilizar solamente recursos sintácticos y semánticos estándar en su comunidad lingüística”.

Para Searle la “defectuosidad” de la metáfora radica no sólo en la incompatibilidad semántica de sus partes sino en la falsedad que conlleva al enunciarse(5). La metáfora dentro del acto comunicativo es también anómala.

Desde la perspectiva cognitiva, primero Lakoff y Johnson y después otros (Fauconnier 1997, Kövecses 2005 y Wilson & Gibbs 2007) se han encargado de “limpiar” esta “reputación anómala” de la metáfora, colocándola entre las capacidades cognitivas más importantes, productivas y cotidianas del cerebro humano: “Nosotros hemos llegado a la conclusión de que la metáfora, por el contrario, impregna la vida cotidiana, no solamente el lenguaje, sino también el pensamiento y la acción. Nuestro sistema conceptual ordinario, en términos del cual pensamos y actuamos es, fundamentalmente de naturaleza metafórica”(6).

Para las ciencias cognitivas, la metáfora, junto con otras habilidades como la percepción, la memoria o el lenguaje, constituye una herramienta más mediante la cual el individuo se desenvuelve satisfactoriamente dentro de su entorno. No habría pues, nada más alejado de lo anormal que el pensamiento metafórico. Dicho pensamiento se aplica a conductas no lingüísticas, pero, quedándome en ese plano, el lingüístico, si la metáfora es tan normal ¿por qué desafía en tantos niveles al lenguaje? Por ejemplo, su vericondicionalidad o su frecuente imposibilidad de sustitutibilidad en el discurso por otras formas “literales”. ¿Por qué, en efecto, produce falsedades, obviedades o incompatibilidades dentro de sí misma? ¿Cuál es el mecanismo que se activa en el oyente para entender, casi siempre sin error, que se encuentra ante un dispositivo metafórico del lenguaje, inserto en el resto del discurso? Dudo inclusive de la validez de esta última pregunta. Pero Donald Davidson y Brandt y Brandt buscan desentrañar éstas y otras cuestiones. Al terminar de leer sus artículos, veo diferencias naturales entre sus formas de abordar su objeto de estudio, pero hay una coincidencia que ya mencioné y que captó mi atención: la metáfora no se explica sólo mediante una teoría semántica, la suma de sus partes no permite obtener su significado, con lo cual parece que no cumple uno de los principios fundamentales de una teoría semántica.

¿Cuál es la carga semántica de la expresión metafórica?
Para Davidson la metáfora no contiene dos significados, el literal y el figurado. Para Davidson la expresión metafórica significa lo que significan las palabras que la componen solamente. El planteamiento sostiene la composicionalidad semántica de la metáfora y más adelante Davidson explicita lo que entiende por significado y lo diferencia del uso que se hace de las palabras.

Per Aage Brant y Line Brandt, por su parte plantean que “La expresión metafórica no tiene un significado intrínseco sino hasta que se utiliza” (2: 219), es decir, su significado se actualiza en el uso. Consecuente con el cognitivismo, esta perspectiva no sostiene la composicionalidad semántica; tampoco se preocupa por distinguir los límites exactos entre significado y uso, es decir Semántica y Pragmática. Si el significado de una expresión se actualiza en el uso ¿qué aportes hacen uno y otro? El significado termina siendo la suma de ambos.

Desviación
En Davidson (1), si el contenido semántico de las partes de la metáfora nos proporciona el contenido semántico de la metáfora, la expresión resultante suscita ciertas “anomalías” o problemas: casi siempre la metáfora resulta falsa, v.g. “Christ was a chronometer” (1978: 437)  y cuando resulta verdadera tiene una informatividad nula, por ejemplo en “Tolstoi es un niño”, la aseveración es trivial pues “todo se parece a todo” (1978: 440).

Según Levin, la desviación se puede dar en el nivel semántico, “By semantic deviance we mean that type which results from an “improper” collocation of lexical items; viz., Green ideas sleep furiously, where the deviance is an immediate function of the combined meanings, and where questions of reference, presupposition, intention, and coincident features of the nonlinguistic setting are either secondary or do not arise” (1977: 4)(7). Me parece que a esta desviación se refiere Davidson cuando habla de la metáfora.

Entonces ¿cómo rescata Davidson que el significado de las palabras de la metáfora es el significado de ésta y al mismo tiempo sucede una desviación semántica? Otro elemento entra en la explicación: el uso. El autor explica que basa su caracterización de la metáfora en la distinción entre el significado de las palabras y el uso de las palabras: Semántica y Pragmática. “La metáfora pertenece exclusivamente al dominio del uso” (1978: 436). En el uso también parece haber una anomalía, por ejemplo, la violación del principio de Calidad, pues la metáfora puede generar falsedad. Pero para el autor, el contexto de uso permite “extender” los significados originales de los componentes de la expresión para introducir otros significados. “[…] in metaphor certain words take on new, or what are often called “extended” meanings” (1978: 437). Los referentes para una palabra, en un contexto dado, pueden ampliarse, como en el ejemplo que proporciona el autor: “the Spirit of God moved upon the face of waters”. “Face” se refiere no sólo a los rostros sino, en el contexto de la enunciación, a las aguas.

Pero aún con lo anterior, la explicación le resulta insuficiente. Más allá de la extensión semántica que el contexto puede generar, parece que Davidson piensa en la metáfora más en términos de un acto de habla que en una expresión con un contenido proposicional. No pretendo desarrollar mucho esta idea, pues me parece que alejaría mi discusión del tema principal, pero me parece interesante retomar este planteamiento de la metáfora como acto de habla, parecido a prometer, sugerir o amenazar.

En esto, Max Black en su réplica contra Davidson establece: “To be sure, Davidson’s many remarks about the effects of a metaphor might suggest that he is more interested in what Austin would have called the perlocutionary effects of metaphorical discourse than in any postulated illocutionary force of metaphorical utterance” (1979: 138). Estos efectos perlocutivos serían algo así como hacer que el otro ponga atención en una relación de similitud entre dos cosas. Marga Reimer(8), en la defensa de Davidson, también coincide con Black: “As Davidson claims, the speaker’s intention is to do something – typically, to get the hearer to notice certain similarities between two (or more) things; it is not, or at least needn’t be, to communicate a “proposition” of any sort” (2001: 148). ¿Y por qué no es comunicar una proposición? Porque ésta resulta, como ya vimos, trivial o falsa.

Introducir lo anterior me pareció relevante para decir que entonces para Davidson, la división entre semántica y pragmática es pertinente y le resulta necesaria para sostener una explicación semántica que salve la composicionalidad de la expresión y a la vez dé cuenta de sus anomalías semánticas. La Pragmática le añade a la expresión rasgos semánticos adicionales que le permiten al signo abarcar más denotata. Es decir que el uso permite una extensión semántica de los rasgos nucleares de una palabra. Pero esto no es suficiente: la metáfora puede además ser vista como un acto de habla, es decir el acto de hacer que otro ponga atención en una cierta relación existente entre dos cosas.   

Brandt y Brandt no resuelven así la “desviación” pues para ellos no hay tal. La metáfora no es necesariamente un acto de habla pero sí forma parte del contenido de la comunicación entre los interlocutores, puede ser parte de un acto de habla.. Son los elementos que rodean este intercambio y lo que significan lo que, aunado a la semántica de la expresión, componen el significado de la metáfora.

Interpretación
Independientemente de que para Davidson la patente falsedad de la metáfora nos obligue a extender un significado más allá del nuclear y de que para los Brandt la metáfora sea un proceso cognitivo normal –y no una desviación del lenguaje-, encuentro en ambos trabajos un punto de comunión muy interesante: aquello que falta para obtener correctamente la información contenida en el acto de habla es una interpretación, es decir, el uso que el hablante y el oyente le confieren a dicha expresión.

Aquí nuevamente hay algunas diferencias: para Davidson la interpretación que le da el autor de la metáfora a su metáfora no necesariamente coincide con la del oyente. Me parece que esto es lógico en vista de que para Davidson las palabras que están codificadas en la expresión son su significado; quizá no le parezca tan importante la interpretación que el hablante quiere generar (el sentido que quiere dar a su expresión), lo importante es qué hace el oyente para: 1) determinar que lo que acaba de ser dicho es una metáfora y 2) interpretar dicha expresión. Una respuesta parcial es, nuevamente, la del acto de habla: el oyente debe poder entender que lo que tiene ante sí no es una proposición sino una acción, una intención comunicativa por parte del hablante.

Por otro lado, para Per Aage y Line Brandt el hablante y el oyente comparten un mismo espacio mental, es decir, un espacio semiótico en donde uno ejecuta un acto de habla y el otro lo descifra, en sus propias palabras “Este contenido semántico, que es inherentemente intersubjetivo, generado a partir de la intención del hablante de hacer que su interlocutor reconozca su enunciado como un intento de involucrarse en un evento semiótico de atención compartida, junto con las implicaturas pragmáticas, constituyen el significado de la metáfora” (2005: 219). Para los autores no es importante si el análisis se hace desde la perspectiva del hablante o del oyente, pues el contenido mental de la expresión es compartido (2005: 219).

Es decir que para Davidson las interpretaciones de los interlocutores están desvinculadas, mientras que para los Brandt son representaciones mentales hasta cierto punto compartidas dentro de un espacio comunicativo. Dichas representaciones compartidas son producto de una vivencia cultural que los interlocutores tienen en común y pueden llevarlos a atribuir significados parecidos a sus intercambios.   

Lo anterior me parece muy importante pues da pie al uso de distintos términos para hablar, quizás, de lo mismo. Como para Davidson las interpretaciones no necesariamente son las mismas entre los interlocutores, debe referirse al contexto de la enunciación como el elemento que dispara la extensión semántica de los constituyentes de la metáfora, el contexto sí es compartido. Como para los Brandt, el elemento que se une al significado de los constituyentes es un esquema mental común de los interlocutores, deben llamarle semiosis. 

Conclusiones
Retomo mi observación inicial para responder si el tratamiento de los autores hacia la metáfora es igual y cuál sería la noción de composicionalidad de ambas posturas: tanto Davidson como Brandt y Brandt parecen establecer que no puede darse cuenta del significado de una expresión metafórica únicamente explicando los significados de sus constituyentes.

En ambos casos el significado de las partes de la expresión es insuficiente; la explicación del significado de la expresión semántica requiere la inclusión de otro elemento para satisfacerse.  Uno es un elemento claramente pragmático (Davidson) y el otro es semiótico (Brandt & Brandt).

Pero pienso que las naturalezas diferentes de estos elementos generan un matiz diferente en cuanto a la noción que ambos tienen de composicionalidad. La explicación satisfactoria del significado metafórico para ambos casos estriba en la adición de un elemento contextual (esquema mental compartido o contexto de enunciación) al significado meramente semántico. Sin embargo, pienso que Davidson rescata el principio de composicionalidad puramente semántico a pesar de incluir un elemento pragmático en la explicación ya que nos dice que es el uso de las palabras el que añade al significado de las mismas rasgos semánticos que permiten ampliar el denotata del signo lingüístico, es decir, generando una extensión semántica. Pero justamente se trata de una extensión semántica. Si, como lo leyeron Black y Reimer, Davidson también supone que la metáfora pueda ser un acto de habla cuyo contenido es lo que dicen las palabras pero con un efecto perlocutivo que las supera, la conclusión para Davidson sería que la metáfora continúa significando lo que significan, de manera extendida por el contexto de su enunciación, sus constituyentes. La composicionalidad semántica se salva y finalmente para Davidson la explicación de la metáfora sí se satisface con una teoría semántica. Lo que se hace con ella, es decir, la intención comunicativa del hablante y el efecto perlocutivo en el oyente, forman parte ya de la Pragmática.

Pienso que para Brandt y Brandt la composicionalidad se mantiene también, aunque en una versión más laxa: el significado de la expresión lingüística es la suma de los significados de las partes más la suma de los elementos del espacio semiótico, es decir, el espacio comunicativo donde sucede el intercambio y los esquemas mentales de los interlocutores. La composicionalidad se salva si aceptamos que los elementos que componen el significado son semánticos y semióticos. Esta postura me parecería aceptable desde el punto de vista saussureano puesto que para Saussure, la lingüística es una rama de la semiología. Sin embargo, no se trata de la misma composicionalidad que busca sostener Davidson.


Referencias


1. Davidson, D. “What metaphors mean”. En: Martinich (ed.). The philosophy of language. Oxford: Oxford University Press, 1978, p. 435-445. Volver al texto


2
. Brandt, Line; Per Aage, Brandt. “Making sense of a blend: a cognitive-semiotic approach to metaphor”. Annual Review of Cognitive Linguistics, v. 3, no. 1 (2005), p. 216-249. Volver al texto


3. Klinkenberg, J. “Métaphore et cognition”. En : Charbonnel, Nanine ; Kleiber, Georges (eds.). La métaphore entre philosophie et rhétorique. Paris: Presses Universitaires de France, 1999. Volver al texto

4. Black, M. More about metaphor. En: Ortony, Andrew (ed.). Metaphor and thought. Cambridge: Cambridge University Press, 1993, p. 19-41. Volver al texto


5.
Searle, J. “Metaphor”. En: Ortony, Andrew (ed.). Metaphor and thought. Cambridge: Cambridge University Press, 1993. Volver al texto


6.
Lakoff, G.; Johnson M. Metáforas de la vida cotidiana. 6a. ed. Madrid: Cátedra. 2004. Volver al texto


7.
Levin, S. The semantics of metaphor. Baltimore: The John Hopkins University Press, 1977. Volver al texto


8.
Reimer, M.  “Davidson on metaphor”. En: French, Peter A.; Wettstein, Howard K. (eds.). Figurative language. Boston: Blackwell, 2001, p. 142-155 (Midwest studies in philosophy; 25). Volver al texto
 
Obras citadas

Aristóteles Arte poética, arte retórica. México: Porrúa. 1999.
Black, M. How metaphors work: a reply to Donald Davidson. Critical Inquiry,(Autunm 1979), p.131-143.
Dumarsais. Les tropes. Paris: Le Prieur, 1818.
Fauconnier, G. Mapping in thought and language. Cambridge: Cambridge University Press,  1997.
Fontanier, P. Les figures du discours. Paris: Flammarion. 1977.
Kövecses, Z. Metaphor in culture. Cambridge: Cambridge University Press, 2002.
Levin, S. “Language, concepts and worlds”. En: Andrew Ortony (ed.). Metaphor and thought. Cambridge University Press, 1993.
Wilson, N.; Raymond, G. “Real and imagined body movements primes metaphor comprehension”. Cognitive Science (2007) 31: 4.

 

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