Revista Argentina de Humanidades y Ciencias Sociales
ISSN 1669-1555
Volumen 16 nº 1 (2018)

La difícil tarea de escribir el editorial sobre los procesos de tesis
por Ana María Bartolini

Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) y Universidad Autónoma de Entre Ríos (UADER)
lastresana@arnet.com.ar

 

Deseo que los procesos de tesis se conviertan en
experiencias educativas gratas para los estudiantes,
satisfactorias para las universidades,
 valiosas para la ciencia
y generadora de lazos humanos saludables

 

 
Para citar este artículo: Rev. Arg. Hum. Cienc. Soc. 2018; 16(1). Disponible en internet:
http://www.sai.com.ar/metodologia/rahycs/rahycs_v16_n1_00.htm
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Hablar de las tesis es ubicarse de lleno frente a un vocablo con pluralidad de significados, según se las aborde como producciones, procesos educativos o momentos clave en la formación de los científicos y en sus trayectorias académicas. Asimismo, se las significa desde la palabras pero también desde las imágenes, de modo tal de lograr una mayor y más completa comprensión de aquéllas.

Un primer y básico significado hace referencia al último de los requisitos académicos para obtener el título de licenciado, magister o doctor en la Argentina, aunque desde los últimos años las universidades han optado por reemplazar la tesis de licenciatura por el trabajo final (TF) o, por el trabajo final integrador (TFI), y en algunos casos, esto ha sido solo un cambio de denominación y no de sustancia.

En otros términos, las tesis aparecen determinadas como productos incluidos en un género de escritura específico.  Al respecto, Carlino sostiene que la producción de la tesis es uno de los aprendizajes de prácticas y procedimientos complejos y supone un gradual movimiento del ordenamiento externo a la autorregulación. Además, implica un proceso de inmersión paulatina en una nueva cultura, la cultura investigativa de una comunidad disciplinar determinada que comprende métodos, formas de análisis, argumentación y discursos específicos. Por ello, necesita no solo del compromiso personal de los tesistas y de sus directores, sino también del soporte externo o institucional que sostenga los procesos. 

A su vez, Narvaja de Arnoux informa que la tesis es un género de escritura desafiante para el estudiante debido a sus características genéricas globales y específicas según las culturas disciplinares. Señala, además, que requiere de aprendizajes específicos, de un nivel de teorización original, de una integración superior de conocimientos y de una capacidad de organización y regulación autónoma de la tarea; posibles de adquirir mediante un dominio de la escritura pocas veces obtenido con anterioridad a la formación doctoral. Esto pone al descubierto la ardua, exigente y desgastante tarea que implica realizar una tesis de licenciatura en ciencias humanas y sociales en el marco de los actuales condicionamientos operantes en el nivel de grado.

Se hace necesario que el estudiante obtenga una representación del género a través del contacto con quienes transitan los procesos de tesis y con quienes los finalizaron. El taller (o seminario), como instancia formativa, resulta esencial para la adopción del modelo genérico y la adecuación a los requerimientos disciplinares.

Se habló de las tesis en tanto producciones académicas vinculadas con la finalización de carreras de grado y posgrado, es tiempo de abordarlas, ahora, como uno de los micro procesos universitarios más reconocidos por sus exigencias y/o por sus connotaciones negativas vinculadas a las dificultades,  limitaciones, quejas y obstáculos expresados, con frecuencia, por sus protagonistas.

Es preciso destacar que, en la formación universitaria de grado, existen otros procesos relevantes a escala micro como los de lectura académica, escritura científica, práctica profesional (entre otros); sin embargo, éstos han sido y son más estudiados, mientras que las tesis incluidas en los planes de estudio como espacios curriculares obligatorios, aparecen con un menor grado de institucionalización, y por consiguiente,  de visibilidad en nuestras universidades.

Además, dichos procesos de tesis incluyen el reconocimiento de la diversidad de sujetos que junto a los tesistas posibilitan, acompañan, lentifican y obturan su elaboración; se hace mención de los directores, los responsables de áreas de gestión, los coordinadores de carreras, los docentes de seminarios y talleres, los docentes, los metodólogos, otros tesistas, los pares, los familiares, las parejas, entre otros. Por más solitarias que se perciban las trayectorias, la realización de las tesis “nunca constituyen un acto solitario” en tanto la escritura es experimentada como un acto social intervenido por varias voces y que tiene coordenadas espacio-temporales imprecisas, tal como lo manifiesta Colombo.

En ese sentido, los procesos de tesis necesitan del compromiso y responsabilidad de los tesistas junto al de todos y cada uno de los protagonistas institucionales. La eficacia de cualquier proceso educativo (como la elaboración de la tesis) está relacionada con la mayor participación del estudiante en los aprendizajes. Por eso, las aulas y las actividades que en ella se producen son fundamentales para la retención o la persistencia. Los estudiantes participan en la vida intelectual de la institución y las aulas (físicas o no) acogen a las pequeñas comunidades de aprendizaje en las que profesores y estudiantes trabajan. El éxito de los programas de retención y de cualquier programa universitario depende de la construcción de comunidades donde todos los estudiantes estén involucrados en la vida social e intelectual de la institución, según Tinto, esto les permite adquirir una voz valiosa durante el proceso educativo.

Se propone extender estos conceptos a las micro comunidades de directores y tesistas, que son, en general, tan poco visibles en la formación de grado de las universidades argentinas en ciencias sociales y humanas, y que se traduce en la escasez o inexistencia de lugares institucionales de reunión, en el no reconocimiento del tiempo invertido en esos procesos educativos, en la inexistencia de registros de ellos, entre otros.

Un matiz relevante que esclarece y otorga un significado particular a las tesis proviene de recuperar las experiencias de los tesistas, y ello es posible cuando se los mira a la cara, se los escucha con atención y respeto, se juzga importantes sus relatos, y se está convencido de que es posible mejorar nuestras prácticas en base a lo aprendido.

Los procesos de tesis, a su vez, muestran varias facetas relevantes, la vinculada con los tesistas con los directores, con los evaluadores, con los actores institucionales y con los gestores de políticas institucionales. Cada protagonista ofrece una perspectiva de análisis diferente para los estudios, dado que se mira los procesos desde roles y responsabilidades distintas. La convergencia de datos provenientes de las diversas perspectivas permite comprenderlos de manera cabal y tomar las decisiones más acertadas. Además, a mediano y largo plazo, pueden servir de insumo para el diseño de políticas remediales y de las que promueven las tesis como parte de la cultura de la investigación institucional.

Por último, las tesis son momentos clave en la formación de los científicos (o deberían serlo),  el espíritu científico debe estar presente desde el nivel de grado y es aconsejable, la adopción del modelo de la “universidad investigativa”, que permitiría a los estudiantes formarse para la investigación académica y para la resolución de problemas profesionales, de acuerdo con Camilloni.

Asimismo, la producción de las tesis posibilita formar a los colegas investigadores con los que hacer la ciencia en equipo. En dicha formación los “maestros” brindan los conocimientos tangibles y los intangibles; los primeros incluyen a los sustantivos o teórico-disciplinares, en tanto los segundos, son más sutiles y se refieren a los estilos de pensamiento, los métodos no codificados de trabajo, el sentido de cómo hacer las cosas, las orientaciones amplias. Clark intenta mostrar esta distinción realizando una analogía con la música: lo tangible son “las palabras, el libreto”; lo otro, como quiera llamársele, es “la música”, la práctica misma de la investigación es un almacén de dicho conocimiento.

Es necesario conformar y consolidar comunidades de estudiantes-investigadores y de docentes-investigadores en las que se enseñe y aprenda el oficio en el hacer de la ciencia, tal como sostiene Wainerman. Este modo de socialización profesional es tradicional en las ciencias experimentales y resulta más marginal en las ciencias sociales y humanas, en especial, en el nivel universitario de grado.

Entonces, las tesis de licenciatura pueden convertirse en el primer paso para quienes elijan la carrera académica, pero de no ser así, al menos puede ser un momento excelente para la adquisición de herramientas y destrezas científicas necesarias en el desarrollo profesional y en la realización de futuros posgrados.

Se culmina este editorial con la esperanza de que se construyan espacios en los que “aniden” los tesistas, los directores de tesis y los integrantes de los equipos de investigación en el nivel universitario de grado, eso permitirá que los procesos de tesis sean transitados con mayor acompañamiento y cobijo.

 

 
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